Históricamente en nuestras distintas sociedades organizadas, estereotipar los géneros ha sido un elemento determinante que ha afectado la relación de sectores específicos de la comunidad con la interpretación y aplicación de los conceptos de libertad y de derechos humanos. Esta estructuración social ha generado que se establezcan roles específicos femeninos y masculinos. Desde el nacimiento de un bebe, la familia misma e incluso hasta de manera inconsciente inculcan modelos e ideales preconcebidos sobre cómo debe ser el comportamiento y desarrollo de cada género, lo que solo termina afectando la autoestima, la integración y desarrollo de ese individuo con su propio entorno.
En este sentido Vélez, et al. (2009)
expresa que “Con el tiempo los estereotipos se naturalizan, es decir, se
olvidan de que son construcciones sociales y se asumen como verdades absolutas
e intemporales con respecto a cómo deben ser los hombres y mujeres. La
Organización de las Naciones Unidas (2018), señala a los estereotipos de género
como un “problema global que tenemos que resolver entre todos y lanza campañas
informativas que pretenden concientizar, así como plataformas para sensibilizar
sobre el impacto y las consecuencias de la desigualdad de género a nivel
general”. De acuerdo a lo establecido por las Naciones Unidas Derechos Humanos
(2018) “El Derecho Internacional de los Derechos Humanos se ocupa de los
estereotipos de género y de su utilización, que afectan a los derechos de las
personas y libertades fundamentales ampliamente reconocidas”.
¿Pero qué sucede cuando la persona no se
identifica con su pene o con su vagina? John Money distinguió el sexo como lo
biológico y el género como lo culturalmente reconocido (Preciado, 2015). El
posestructuralismo desde su consolidación académica en el siglo XX ha reforzado
las investigaciones sobre las dicotomías en la polaridad de los conceptos,
comprendiendo que no existe una realidad total y absoluta que defina los
binomios, otorgando mayor peso y validez a un contexto de espectros y
diversidades. “La construcción de la identidad de género es un proceso
permanente, personal y que involucra necesariamente el reconocimiento de las
demás personas. Es permanente porque es imposible suspender este proceso […]. Es
personal porque nadie puede construir la identidad de género por otro” (Red
comunitaria trans, 2015).
La corriente de la teoría queer ha abordado esta problemática de manera contundente, principalmente en lo referente a la identidad, ya que en el aspecto etnocentrismo el feminismo musulmán y feminismo negro conlleva otro dialogo e interpretación. Esta teoría surgió aproximadamente entre los años 80 y 90, fundamentados en los estudios hechos por M. Foucault sobre la sexualidad y las ideas planteadas por Adrianne Rich acerca de la heterosexualidad obligatoria (Fonseca Hernández, 2009). La finalidad de la teoría queer es deconstruir el heterocentrismo. Debemos entender que la no identificación de género de manera establecida y “normalizada” transgrede los cánones sociales y se convierte en un desafío complicado de entender y aceptar, generando el rechazo y los prejuicios.
Los estudios sobre la tendencia queer
tienen como finalidad romper con los esquemas de desigualdad, discriminación y
opresión, entre otros, que caracterizan a las minorías en las sociedades de
hoy, pero especialmente a las relacionadas con la sexualidad. No se lucha por
un derecho a la intimidad, sino por la libertad pública de ser quien se es
(Ambrosy, 2012).
Para nuestra población actual, dinámica, moderna y tecnológica el género no binario sigue siendo un tema incomprensible por muchos, ya que carecemos de los material e investigaciones necesarias que analicen con detenimiento esta realidad. Esto hace que sigamos simplificando la situación e incluso tratándola con las herramientas no adecuadas. Es importante y necesario que la temática se le imprima la importancia que socialmente tiene y se trate con el profesionalismo y seriedad que merece, de lo contrario no se podrán ofrecer las respuestas justas y necesarias que permitan soluciones dignas y perdurables.
La identidad descrita como no binaria
conforma un espectro que no se puede categorizar en una disposición cerrada de
identidades ya que uno de sus elementos básicos es la heterogeneidad. El
bigénero, el género fluido y el agénero entro muchos otros, son parte de este
espectro. Cada genero no binario influye en la identidad de un individuo de
manera única y personal. Lo que sigue generando, por ignorancia, rechazo y una
presencia constante de enebefobia.
La asociación ATCUES, presentó un informe
sobre una encuesta realizada en el Reino Unido, donde se pretendía determinar
qué porcentaje de la población se consideraba a sí mismo como una persona trans.
Aunque el término trans se ha utilizado tradicionalmente como abrigo para
cubrir otros géneros binarios y no binarios, los resultados del estudio
arrojaron más preguntas que respuestas, ya que se determinó que la
desinformación colectiva para entenderse como trans es extrema y preocupante.
Aproximadamente el 8% de los encuestados que se entiende como trans estaban
entre los 46 y 65 años, un 32% entre los 26 y 45 años, un 1% mayores de 65 años
y el 59% fueron jóvenes alrededor de los 25 años.
La mayoría de lo que se conoce de la experiencia
de las personas no binarias procede de cuentas personales que incluyen entradas
de blogs, ensayos personales y posts en redes sociales. De esas fuentes, como
de la limitada investigación psicológica, parece que el estigma experimentado
por les individues no binaries puede varias de facto de otras personas LGBT.
Por ejemplo, las actitudes discriminatorias hacia la gente no binaria pueden
ser peores que hacia otras personas LGBT dada la falta de conocimiento e
información que la mayoría de las personas tienes sobre este colectivo. La
falta de visibilidad cultural de las identidades no binarias puede hacer que el
proceso de desarrollo de la identidad sea más difícil para las personas no
binarias. Es más, incluso después de llegar a entender su identidad, pueden
enfrentar más estrés por tener que «salir del closet» frecuentemente, incluso
en contextos LGBT, y por ser excluides e incomprendides. (Webb; Matsuno; Budge;
Krishnan; & Balsam, 2015).
Estas investigaciones y preocupantes
resultados han hecho que se activen las alarmas, requiriendo una intervención
inmediata y especializada del trabajo social. Preguntas como ¿Qué está pasando
en este sector específico, que aquellos que se consideran no binarios sean
principalmente jóvenes? ¿Son las generaciones más adultas temerosas para
presentarte como no binarios? ¿tienen los adultos mayores, acceso a la
información necesaria para determinar que es ser no binario y si ellos
pertenecen a este grupo en especial? Hay que tener en cuenta que estos datos
corresponden a un tiempo y un lugar específico, no se puede generalizar, pero
si logran determinar una realidad existente.
Ante estas realidades, nuestra perspectiva
profesional requiere cada vez más incorporar la interseccionalidad como un
factor elemental en el tratamiento de los géneros. A través de la
interseccionalidad se nos facilitará el conocer las debilidades y fortalezas
del tema, no solo la realidad opresiva sino también los posibles privilegios,
como tratarlos y gestionarlos. Para el trabajo social la jerarquización y el
manejo de privilegios siempre ha representado un reto y con el tema “no
binarios” se manifiesta nuevamente la complejidad, ya que es un campo
relativamente nuevo, sin grandes récords documentados que soporten decisiones y
fundamenten estrategias.
Insisto que hoy día seguimos teniendo más
preguntas que respuestas sólidas que satisfagan nuestra necesidad de entender
para poder gestionar y ayudar. Este es un tema complejo que reclama aportes
contundentes. El trabajador social está comprometido con promover y desarrollar
los cambios sociales, la cohesión social y uno de sus deberes principales debe
ser fortalecer en cada persona el sentimiento de liberación. Intervenir e
investigar las metodologías necesarias que generen una transformación social
que permita una integración adecuada del sujeto con su entorno.
La definición de “ELLE” dice que es un
pronombre de carácter generalizado usado para personas que no se identifican
con un género determinado, acatemos su decisión, no tenemos que entenderlo y
mucho menos aprobarlo, ya que nadie requiere del consentimiento de otros para
decidir que quieren ser o sienten que son. El primer paso para una convivencia
efectiva y productiva dentro de esta agitada Urbe de Papel es el respecto. El
trabajo social está comprometido es ser parte fundamental y gestor de los
cambios que todos necesitamos para vivir en sana paz.
MA Communication / MBA Multimedia Journalism
Febrero 2, 2023
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