septiembre 13, 2019

Eticas y Demandas de la Comunicación en un Mundo Globalizado!



La crisis económica y financiera global incumbe a las normas éticas comunes. Las leyes requieren una moral y las leyes globales exigen una ética compartida. Las demandas planteadas por el Pacto Mundial de la ONU y las directrices de la OCDE requieren valores éticos interculturales. Esto no presupone un sistema ético específico sino, sencillamente, algunos valores y normas comunes.


El Manifiesto por una ética económica global se basa en cuatro de estos valores, compartidos por las principales religiones mundiales: la no-violencia y el respeto supremo de la vida; la justicia y un orden económico justo; la veracidad y la tolerancia; así como la alianza y la equidad jurídica entre hombres y mujeres.

Cada día es mayor el número de personas conscientes de que la crisis económica y financiera global tiene también que ver con valores y normas éticas comunes. Cabe preguntarse: ¿acaso no tenemos leyes que simplemente habría que aplicar? Sin duda las soluciones a esta crisis pasan por cumplir todo lo previsto por las leyes. Pero con las leyes no basta.

Todos sabemos que la voluntad política de luchar contra la codicia, el fraude, la corrupción y el engrandecimiento egoísta es muchas veces débil porque no tiene el respaldo de una voluntad ética. Sin moral las leyes no pueden subsistir, y ninguna disposición legal se puede llevar a efecto en ausencia de una conciencia moral basada en ciertos principios éticos elementales. Pero esto ¿es solo una cuestión de moral individual? De ningún modo; es también una cuestión de moral corporativa, y afecta al conjunto de la economía global de mercado.

La comunicación no está ajena a estos conceptos ya es que parte fundamental de la sociedad. La Ética en los medios de comunicación trata sobre los medios y su función democratizadora, esto es, informar para formar opinión pública. Se expone, por un lado, la exigencia de la correcta satisfacción del derecho a estar informado que requieren los ciudadanos y, por el otro, los dilemas y necesidades que enfrentan las otras funciones de los medios, tales como son educar y entretener, que son distintas y precisan de otro tratamiento. En este sentido, indaga una propuesta de cómo un marco ético podría colaborar en la toma de decisiones, en este caso, de una profesión.


El consumo de medios en todo el mundo es cada vez mayor sucediendo en formatos digitales. El aumento en el número de dispositivos capaces de soportar medios digitales junto con el aumento de la velocidad de acceso a Internet proporcionó a los consumidores la opción de acceder al contenido de su elección ya sea información, entretenimiento o actividad social en cualquier momento y en cualquier lugar de manera inmediata.

El consumo de medios en Estados Unidos demostró el gran aumento y ha visto un salto significativo de los medios tradicionales a los nuevos medios (digitales). El auge de los reproductores de medios digitales como Netflix, Hulu, Amazon, Apple TV, Roku y Boxee, etc. están desafiando la supremacía tradicionalmente mantenida de la televisión como el principal centro de entretenimiento. Los grandes emporios de prensa se han reducido a pequeños diarios de poca distribución, obligándolos a emigrar a la plataforma digital en busca de mantener sus seguidores y permanecer activos en los medios masivos.

Cuando a los medios de comunicación se les agrega la caracterización “de masas” se está definiendo, con toda claridad, su carácter de no ser estrictamente comunicativos sino informativos. Hay un emisor que se dirige al fenómeno moderno de las masas, término que alude a esa despersonalización del sujeto humano, convirtiéndolo en un receptor, más o menos pasivo de mensajes, preparados para ser recibidos por ese ser colectivizado y homogenizado.

Este es, sin lugar a duda, el gran reto al que se enfrentarán los “massmedia” en el siglo XXI: satisfacer las crecientes demandas de un público ávido de noticias con un cierto valor añadido y un espíritu crítico desconocido para generaciones anteriores. Al menos, este puede ser el escenario que se avecina y que las empresas que detentan la propiedad de los medios de comunicación tendrán que afrontar de una manera decidida y exigente con ellas mismas y con todos sus clientes.

Nos encontramos por tanto ante un momento globalizado donde los medios han de afrontar obligatoria un proceso de fortalecimiento y modernización que haga que sus medios, sus modelos, sus sistemas y sus canales se hagan más eficaces, más rápidos, más objetivos. La interconexión de las redes será, por ejemplo, un punto de partida básico para todo aquel que no quiera faltar a sus citas del mañana.


El acceso a los medios de comunicación (entre los cuales los diversos modelos televisivos pueden convertirse el próximo milenio en la punta del “iceberg”) será uno de los eslabones fundamentales en esta incipiente cultura del ocio, para la que acaso nuestra generación no se encuentre preparada de forma suficiente, pese a que lleva ya un cierto tiempo recibiendo bastantes señales.

Las empresas promotoras de medios de comunicación habrán de cuidar muy especialmente esos contenidos sociales que forman parte de su propia definición y establecer las medidas necesarias que garanticen el libre acceso para toda la población y el control democrático de cada una de sus propuestas. Pero, por encima de todo, su amplitud, variedad y libre difusión terminará proporcionando una capacidad de elección sin límites que el individuo sólo podrá ejercitar a través de su responsabilidad y los criterios que su propia formación determine.

El gran problema que siguen señalando los sociólogos es que la incipiente cultura globalizada del ocio terminará centrándose probablemente en un individuo que “consumirá” de manera aislada las ofertas de los medios de comunicación y que tal vez deje un poco de lado las necesarias vinculaciones, tanto físicas como sentimentales (culturales, en fin), con la colectividad en que se integra.



Pero probablemente no convenga quedarse en exclusiva con esa visión catastrofista del ciudadano del siglo XXI, como un voraz consumidor de ocio y de cultura a través de la tecnología y absolutamente alejado de su entorno, sino con una más optimista, la de un individuo comprometido, crítico con la sociedad de su tiempo, con una preocupación medioambiental e informativa notable.

Se puede hablar, por lo tanto, de un nuevo panorama de imprevisibles consecuencias pero que dará paso a la cultura del ocio, la del hombre libre (para quien la información, completa en todas sus vertientes y llena de matices, es un bien en sí misma). Parece un concepto que todavía nos cuesta trabajo definir, la libertad al elegir, decidir y pensar… la libre comunicación.

En el mundo globalizado la capacidad de los hombres de comunicarse libre y activamente sufre viejas restricciones, pero tiene también nuevas oportunidades.



Se propone la superación del concepto de libertad de expresión por el de derecho a la información, como la capacidad de todos de investigar, difundir y recibir ideas, opiniones e informaciones por cualquier medio. El proceso de globalización ha convertido la información en pura mercancía, ha propiciado conflictos entre identidades y en su marco se desarrolla la guerra global contra el terrorismo, que ha impuesto graves restricciones a la privacidad.

La garantía y el desarrollo del derecho a la información debe ser la pauta para superar estos conflictos. En la globalización el derecho a la información se potencia, pues todo pueden ser emisores y receptores. En el ciberespacio los excluidos encuentran la voz que les ha sido negada; pero, en contrapartida, existe el riesgo cierto de fragmentación del espacio público. Los periodistas tienen la responsabilidad de conectar el espacio público definido por los medios masivos con la ampliación de ese espacio público que se está generando en el ciberespacio.

En la era de la Internet, expresar las ideas en tiempo real se ha vuelto algo cotidiano; a veces, no nos percatamos del poder que tenemos de expresar libremente nuestras opiniones, pues somos ciudadanos(as) inmersos en un mundo global donde constantemente nos relacionamos por medio de las redes sociales, blogs o foros de discusión. La mayoría del contenido que circula en la red mundial sirve a fines loables de comunicación, para compartir vivencias, puntos de vista, gustos, aficiones, pasatiempos.


Aún más importante, Internet sirve para cuestionar adecuadamente las decisiones de quienes nos gobiernan, denunciar en tiempo real los abusos cometidos por un Estado o agentes particulares. Por ello es de vital relevancia garantizar la libertad de expresión en la era de información, para avanzar en la consolidación de un régimen democrático estable.

El espacio de la comunicación y la información debe garantizar la libertad, la independencia y el pluralismo de la información. Este bien común tiene un valor social, cultural y democrático. Por ello, no puede reducirse a una dimensión comercial. Las posiciones dominantes en la producción, la difusión y la curación de información deben evitarse en la medida de lo posible; si no pueden evitarse, al menos hay que controlarlas para preservar la diversidad de los hechos y de las opiniones.

El compromiso con la libre búsqueda de la verdad, la precisión de los hechos y el principio de “no causar daño” es necesario para preservar la integridad de la información. Difundir información engañosa o incorrecta, o encubrir información que debería darse a conocer, puede perjudicar la aptitud de los individuos para comprender lo que sucede en su entorno y el desarrollo de sus capacidades.

La función social del periodismo es ser “un tercero de confianza” para las sociedades y los individuos. Esto permite establecer controles, un equilibrio y el empoderamiento de los ciudadanos para que participen plenamente en la sociedad. La labor del periodismo consiste en dar cuenta de la realidad, mostrarla de la manera más amplia, profunda y pertinente posible, permitiendo el ejercicio del derecho a la libertad de opinión.


Las nuevas herramientas, la digitalización y la llamada Aldea Global dieron paso a lo que hoy llamamos “Periodismo 2.0”. como bien lo define Angelica Velásquez en el site prezi.com, “El periodismo 2.0 o periodismo digital, es el periodismo que ya conocemos, pero evolucionando es una avalancha que ha descendido desde el 2010 desencadenando un nuevo campo de trabajo, conectando a las personas con la información más rápido por medio del internet”. Este, aunque como mucho creen es un trabajo individual pero no es así es el mismo equipo fotógrafos, periodistas, diseñadores gráficos y de fuentes (ciudadanos de nuestras comunidades).

Las redes sociales, los Blogs, “Youtube”, entre otras vinieron para quedarse y el periodismo no se podía quedar atrás, hoy es cuando comienza la alfabetización digital. Su principal característica es la inmediatez y la facilidad de llegar a las personas.

Hoy en día la veracidad y rapidez resultan ser la piedra angular del trabajo de un periodista, el cual está sometido a un público exigente que ya no se conforma con solo saber que pasó, sino que quiere ver, opinar o escuchar relatos reales de lo sucedido para así asumir un compromiso mayor con la información.

Definitivamente la globalización se presentó con nuevas posibilidades, mayores herramientas y múltiples retos para el periodismo y la comunicación en general. Luchar por la libertad de expresión en un campo mucho más amplio y variado representa una labor mayor, el preservar la ética y el respecto en el medio requiere un arduo trabajo ya que los creadores de los mensajes se multiplicaron y necesariamente no tienen preparación académica, lo que genera un mayor esfuerzo en la demandas y exigencias en la comunicación global donde el periodismo profesional debe ser protagonista y vigilante de la veracidad y credibilidad.




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