por José Ramón Alonso
Escribir de sexualidad es más delicado que hacerlo de casi cualquier otro tema. Ninguna de nuestras actividades personales, de nuestras funciones corporales, de nuestras condiciones psicológico-afectivas tiene la carga cultural, social, religiosa y política que tiene la sexualidad. La tentación es quedarse en los aspectos biológicos y hablar de erecciones, eyaculaciones y orgasmos sin mayor problema pero creo que la mayoría pensamos que la sexualidad es más, mucho más que eso. La formación sobre sexualidad en una persona, con Trastorno del Espectro Autista (TEA) o sin él, no debe centrarse fundamentalmente en el acto físico de las relaciones sexuales. La sexualidad es clave para cualquier hombre o mujer porque forma parte de nuestra imagen de nosotros mismos, de nuestra transición a la etapa adulta y de nuestra calidad de vida. El objetivo es ayudar a esa persona con autismo a ser un adulto competente, con confianza en sí mismo, lo más independiente posible, bien integrado en su comunidad y que se cuida en todos los sentidos. Desgraciadamente pasa a menudo que se ignora la sexualidad hasta que surge algún apuro y entonces se aborda como un problema grave. Y también pienso que la sexualidad se entiende y se vive cada vez más diversa, más sana, más rica, más limpia.